(Notícia em Espanhol)
Estamos constantemente escuchando que tenemos que reducir nuestro consumo energético. Y es cierto. Pero ¿y lo importante que es que seamos capaces de almacenar la energía? Las energías renovables, como la eólica o la solar, tienen una desventaja obvia: la energía se produce solo cuando luce el sol o sopla el viento. Un problema menor hoy, tal vez, pero que crecerá con nuestra creciente dependencia de las energías eólica y solar si queremos realmente «descarbonizar» el planeta. Por eso es tan importante poder almacenar esa energía para que podamos utilizarla cuando la demanda es alta reduciendo así la necesidad de utilizar combustibles fósiles.
El desafío, por tanto, es encontrar vías para almacenar energía, un hueso que se está volviendo duro de roer para los investigadores. Por el momento, las baterías constituyen la forma más utilizada para guardar esa energía que producimos, pero éstas tienen sus limitaciones en términos de expectativa de vida y capacidad.
Con el fin de hacer las transiciones necesarias y avanzar hacia un sistema de energía basado en las fuentes renovables, pero que sea eficiente, estable y seguro en el suministro energético, debemos encontrar formas de almacenar el exceso de energía del viento y del sol para evitar que simplemente se conviertan en residuos. En algunas de las regiones montañosas del mundo, el bombeo de agua se utiliza para equilibrar el sistema energético. El agua se bombea hacia depósitos elevados de centrales hidroeléctricas para generar energía en los períodos posteriores de alta demanda. Para las regiones bajas y costeras de nuestro planeta esto no es una opción. Estas zonas suelen ser las adecuadas para los parques eólicos, tanto en tierra como en alta mar, aún cuando hoy en día carecen de métodos para almacenar grandes cantidades de energía.
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